Pienso que los tiempos de incertidumbre que vivimos son una muestra palpable de que la humanidad está siendo asechada por todo tipo de entidades espirituales oscuras. El ataque viene desde distintos ámbitos, pero se centra fundamentalmente en el corazón humano. El corazón del hombre es la Zona Cero, el campo de batalla. Quienes permanezcan dormidos estarán haciendo de su corazón una tumba. Quienes despierten, en cambio, estarán construyendo el Templo a partir del cual se iluminará el camino de la humanidad hacia el futuro.
Todos
somos Lázaro, y frente a nuestras conciencias dormidas es el Yo humano el que
nos dice: "Levántate y anda".
La
Web se ha transformado en un peligroso laberinto. Hay que estar atentos. Muchas
informaciones que pululan en este entorno provienen de mentes seducidas o
derechamente poseídas por la acción de estas entidades tenebrosas. El peligro
está tanto en la sobrevaloración como en la infravaloración de lo terreno. Para
mantenernos a flote en este océano de información, necesitamos desarrollar al
máximo nuestras potencialidades y cualidades anímicas fundamentales, en
especial la facultad del pensamiento libre y consciente.
A partir de esta correcta actividad del pensar hemos de alinear nuestros sentimientos y nuestra voluntad en un solo objetivo: despertar, renacer a la Luz que mora en el fondo de todo corazón humano.
A partir de esta correcta actividad del pensar hemos de alinear nuestros sentimientos y nuestra voluntad en un solo objetivo: despertar, renacer a la Luz que mora en el fondo de todo corazón humano.
El
corazón es la piedra angular del Gran Templo. Ese es uno de los secretos por
los que fue destruida la Orden del Temple. El miedo, la angustia, la
incertidumbre, el odio, la intolerancia, son los obstáculos que las entidades
oscuras ponen en nuestro camino. A partir de esa siembra paciente y constante
de emociones negativas en el corazón del hombre pretenden cosechar la ruina de
la humanidad. Ellas necesitan esta ruina de la experiencia humana sobre el
escenario terrestre para alcanzar sus propias metas.
A
fin de cuentas, el Mal –en cualquier nivel– no es otra cosa que aquello que no
evoluciona. Lo que acontezca afuera no será más que una consecuencia de lo que
ocurra en la interioridad del alma humana. Las amenazas estelares, las
tormentas solares, los desastres naturales, incluso las guerras humanas, están
adentro, todo está adentro. Las consecuencias de las alineaciones planetarias
dependen más de aquello con lo que se alinee el corazón del hombre que de las
fuerzas gravitacionales o astrales de los cuerpos celestes comprometidos.
Somos
dioses dormidos...
Javier Orrego C.